Crónicas UGMEX a viernes 29 de marzo de 2024


 

Corto Cuentos

La niña sin ojos

 

Por:
Lic. Guillermo Reyes Salamanca

Diseño Gráfico:
Rebeca García Castillo

Córdoba Ver. Jueves 02 de Mayo de 2013

 

Jacinta era una niña indígena de 13 años que vivía en la Hacienda de San José a unos cuantos kilómetros del pueblito de San Lorenzo. Como todos los días ella caminaba al mediodía para dejar el itacate de su padre don Chon, peón de la hacienda, que ya le esperaba con hambre desde hace ya un buen rato. Jacinta se emocionaba mucho con esta entrega porque era la única oportunidad que tenía en el día para disfrutar de un paseo por los floridos y ordenados campos de cultivo, lejos de las tormentosas tareas que debía realizar en la cocina de la hacienda al lado de su madre. También era la oportunidad de ver a Felipe, un jovencito negro de ya unos 17 años que trabajaba como cortador de caña, que derretía la mirada de la pequeña niña.

 

Paso a paso y brinco a brinco, la pequeña fue acercándose a la cuadrilla de trabajadores y ya estando ahí, mientras servía los tacos de frijoles y flor de calabaza, no perdía el tiempo en observar en medio de la gente en busca del apuesto Felipe, que una vez visto no disimulaba ni pasaba por desapercibido los coqueteos inocentes de la pequeña, que con tan solo amarrar sus trenzas con el listón desgastado que traía, provocaba suspiros a la distancia.

 

¿Qué miras chamaca?- dijo el padre de Jacinta, mientras le exigía un jarro más de pulque para satisfacer la sed provocada por el terrible calor que hacía,-nada tata, solo veo lo mucho que ha trabajado- contestó la pequeña asustada por saberse descubierta,-quiero que te vayas derechito pal jacal, y que no te detengas “con naiden”- exigió el padre de la niña, y al escuchar esto Jacinta recogió la canasta, sus trastes de barro y salió a la carrera, no sin antes dirigir disimuladamente la mirada a Felipe que la seguía también con la vista, y no era nada más por que sí, ya que la niña contaba con el suficiente desarrollo físico para también atraer la mirada del más morboso y depravado sujeto de aquella zona don Canuto, dueño de la Hacienda, que como patrón y supervisor de los peones no perdía también detalle de la niña y en una rápida maniobra cortando camino por la cañada interceptaba a la pobre pequeña, que no pudo defender la honra de su intimidad, ni los abusos eróticos del malvado patrón. Cual habrá sido la vergüenza de la pobre niña que nunca más dirigió la mirada a varón alguno, incluyendo al negro Felipe, tal como si se tratase de “una niña sin ojos”.

 

Fería Profesiográfica Campus Córdoba